Por Eduardo Dibos
¿Te imaginas lograr competir en unos Juegos Olímpicos, pero sin poder hacerlo bajo los colores de tu bandera? ¿Estar alejado de tu lugar de nacimiento sin tener la certeza de cuándo volver, pero a la vez representar ante el mundo a los que pasan por una situación similar? Esta es la historia de los 10 refugiados que a través del deporte y la solidaridad flambearán la bandera olímpica en Rio 2016 desde la ceremonia de inauguración. Ellos lo entregarán todo en sus respectivas competencias en Brasil, pero tendrán el corazón puesto en el lugar que los vio nacer.
Los refugiados que se desplazan de un país a otro tienen la difícil tarea de adaptarse a su nuevo hogar pese a las adversidades sociales y económicas. Algunos de ellos eligen usar el deporte como una oportunidad de motivación y superación personal en sus nuevos lugares de residencia. A inicios de este año, el Comité Olímpico Internacional (COI) se propuso incentivar y premiar la práctica del deporte entre los refugiados con la creación del Equipo Olímpico de Refugiados o Refugee Olympic Team (ROT). Con esto se buscó encontrar a deportistas que continuaron haciendo deporte de manera competitiva pese a haberse desplazado. Para tal fin, el COI encargó a los Comités Olímpicos Nacionales (CON’s) la tarea de reclutar dentro de sus países a estos deportistas y se puso a su disposición un fondo de 2 millones de dólares para dar apoyo a los posibles seleccionados.
En colaboración con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), se llegó a una lista final de 10 refugiados, provenientes de 4 países. Ellos fueron escogidos para participar en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro por su habilidad deportiva y circunstancias personales. Por su condición, estos 10 deportistas no representarán a uno de sus países sino competirán bajo la bandera olímpica como símbolo de unión. En palabras del presidente del COI, Thomas Bach, más allá de los resultados “su participación será un símbolo de esperanza para todos los refugiados y hará que el mundo tenga un mejor conocimiento de la magnitud de la crisis”. En un mundo cada vez más adverso a la condición de ser un refugiado, resulta notable entregarles la oportunidad de competir, compartir la Villa Olímpica con otros 11 mil atletas de 206 países diferentes y asistir a momentos inolvidables como las ceremonias de apertura y clausura.
Para llegar a donde están, estos 10 deportistas han tenido que pasar por muchas situaciones de dificultad. Por ejemplo, cuando la nadadora siria Yusra Mardini se encontraba cruzando el mar Mediterráneo para llegar a las costas de Europa, se averió el motor de la lancha que la transportaba debido al sobrepeso. Yusra sin dudarlo y junto con su hermana y una persona más (los únicos que sabían nadar en el bote) se echó al agua para nadar por casi cuatro horas hasta llegar a tierra. Actualmente, Yusra vive en Alemania y entrena en uno de los clubes más prestigiosos de natación en Berlín. Ella salvó su vida gracias a la natación y ahora quiere entregarse a la enseñanza del deporte a niños de vuelta en Siria.
Igual de impactante es la historia de los cinco fondistas de Sudán del Sur. Ellos provienen del país más nuevo en fundarse como república y a la vez uno de los más pobres. Los conflictos armados en esta zona han hecho que Kenya, nación vecina, se convierta en uno de los países que recibe la mayor cantidad de refugiados en el mundo. Solamente el campo de Kakuma –en donde residen estos 5 atletas- asila a 185 mil personas. Gracias a una fundación local dedicada a actividades deportivas y al programa Solidaridad Olímpica se pudieron realizar semilleros de captación de talentos y fueron escogidos. Algunos de estos atletas llevan viviendo en Kakuma por más de quince años sin haber podido mejorar su situación, pero encuentran en el deporte una forma de vivir lejos de la falta de oportunidad.
Estas son solo algunas historias de superación de los integrantes del Equipo Olímpico de Refugiados. Ellos han sabido aprovechar una oportunidad única que les servirá para unirse después del dolor y luego de superar situaciones de vida límite. Todo esto es llevado a cabo gracias al deporte y a la capacidad del movimiento olímpico. En su tiempo, a Pierre de Coubertin -fundador del olimpismo moderno- probablemente esta situación le hubiera resultado inimaginable; pero qué mejor que la presencia de los refugiados para poner en práctica su ideal de igualdad de oportunidades y de usar al deporte como motor de educación en valores. Sin lugar a dudas estos 10 deportistas nos enseñarán una gran lección con su participación en Rio. Estos atletas mostrarán al mundo que a pesar de las tragedias, cualquiera puede contribuir a la sociedad a través de sus ganas, habilidades y talentos.